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Thursday, August 31, 2006

Iman en el cuarto cerrado - cuento


Iman en el cuarto cerrado

El sol se esfuerza por tajear las nubes negras que avanzan en silencio. Aparece en el cercano horizonte una chica que camina con su cartera. Cauta, el temor asoma en las pupilas donde refulgen, a corta distancia, los cascos de los soldados. Vigilan su marcha, cada vez más lenta, temerosa. Tiembla... « Erré el camino oy oy », piensa y repite: « oy oy erré el camino ». Acorta los pasos, pero sigue... y sigue... «Y si me muero, ¿adónde iré...? », se pregunta... «¿Duele la muerte...?». Y la imagina como un cuarto cerrado, sin luz ni ventanas, donde no hay ruidos ni voces ni sirenas ni disparos ni gritos por altavoces. Sólo oscuridad y silencio.
Las nubes negras cubren los rayos del sol; ella ya no ve la sombra que la acompañaba; apenas si mueve los pies... pero avanza (¿hacia adónde, Iman, hacia adónde...?).
«Qué puedo hacer, mama, tengo miedo, mama... qué estará haciendo Jaled... ayer pasó frente a casa, el tonto, tan grande y siempre se avergüenza de mirar hacia nuestra casa... Porqué me miran, ¡dios!! Oy oy oy equivoqué el camino... y ellos me miran sé que me miran a través del ojo de los fusiles...tendría que escaparme pero y si me matan...mama tengo que correr pero no, sigo, no llevo nada malo si me paran van a ver que soy una chica que va a la escuela...qué feas nubes...por qué tan oscuras tan negras y veo que ellos los soldados me miran y mueven los fusiles y el miedo no me deja pensar pero soy sólo una chica que va a la escuela...soy una pobre chica que no hace nada malo... voy a la escuela...mama por favor me miran con el ojo de los fusiles estoy tiritando y si me doy vuelta van a tirame por la espalda y yo no hice nada sólo tengo a mi amigo Jaled que es grande y apocado y a mama y a mis hermanos... por dios que soy sólo una chica cualquiera que va a la escuela... y que tengo miedo... y que fría la mañana y....».
La descarga viola el mutismo de la Franja.
Ensangrentada, licuada por los disparos, los ojos muertos tiritando aún de miedo, hecha un atadito de sangre, insignificante, quietita, Iman ya no piensa. Y el oficial, celoso de la faena, engreído porque no tuvo bajas su incorpóreo batallón, se aproxima algo altanero y dispara los tiros de gracia. Poderosos e invencibles, los soldados han derrotado al enemigo.
La chica menudita de trece años, de piel algo oscura, ya no es una amenaza. Ahora no tiene miedo, no tiembla, no solloza, no piensa. Quieta. Callada. Descansa en el cuarto cerrado. ...sin luz ni ventanas, donde no hay ruidos ni voces ni sirenas ni disparos ni gritos por altavoces. Sólo oscuridad y silencio.
© Andrés Aldao, XII de 2004

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