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Wednesday, February 21, 2007

GRAN HERMANO


GRAN HERMANO

Publicado en IFLAC-ESP, por CRISTINA MONTERO


Experimento nazi,lo más degradante de este neototalitarismo mediático está en la masiva indignificación que implica asomarse a espiar por la mirilla que ofrece la televisión. Convertirse en el ojo minucioso es indigno, porque implica ejercitar una curiosidad vacía y obscena.

Claudio Fantini

Especial


En un fervoroso discurso antifascista pronunciado en 1923, Georgio Amendola utilizó por primera vez la palabra "totalitarismo", poco después reivindicada por el propio Mussolini. Pero fue Gentile, en su libro La doctrina fascista, quien desarrolló el concepto para arribar al enunciado teórico de que absolutamente todo debe estar dentro del Estado, y nada por fuera ni en contra de él.


Retomando la intención del dirigente antifascista italiano que inauguró el término para describir un sistema al que consideraba aberrante y monstruoso, profundizaron el análisis del totalitarismo pensadores como Hannah Arendt y Raymond Aron, y teóricos como Zbigniew Brzezinski; mientras que, en la actualidad, continúan esa línea los filósofos André Glucksman y Bernard Henry Levy.


La confluencia de visiones críticas podría resumirse en la siguiente idea: totalitario es el sistema que anula al individuo en un proceso de pérdida de libertades y derechos que termina, inexorablemente, en la abolición de la propia intimidad.


La limitación de esta mirada tan profunda y precisa, es que restringe la aplicación del concepto al Estado, al considerar que sólo la burocracia regida por el poder político puede engendrar el totalitarismo. Pues bien, la realidad actual parece demostrar que el Estado no es el único poder que puede abolir la intimidad y disolver al individuo.


El gran hermano. Con lapidaria precisión, el actor Miguel Ángel Solá respondió, al ser consultada su opinión sobre los reality shows, que son"un experimento nazi". Después de todo, en un rapto de honestidad intelectual los mismísimos creadores alemanes del primer reality show lo bautizaron con el mismo nombre con que George Orwell denominó al estado totalitario: El Gran Hermano.


En la novela 1984, el escritor británico describe como esencia del totalitarismo al miedo y a la pérdida de la intimidad. El instrumento para alcanzar la disolución del individuo, el Gran Hermano, es ese ojo minucioso con poder para asomarse "por todas las ventanas y todos los balcones".


La mirada omnipresente instala en la mente del ser espiado lo que Orwell llama "la policía del pensamiento", mecanismo de autocensura por el cual la persona reemplaza su comportamiento natural por una permanente actuación, perdiendo su dignidad y su calidad de individuo


Por lo tanto, la definición de Solá es precisa y contundente. El reality show es un experimento totalitario en el que un grupo de jóvenes renuncia a su intimidad y dignidad de persona, por miedo al peor de los males en la sociedad actual: el fracaso.


La histeria consumista reinante ha creado una disyuntiva falaz que atrapa y destruye en particular a los jóvenes. La falsa opción éxito o fracaso genera en el hombre contemporáneo el miedo atroz a ser un perdedor. Por esa desesperación algunos se aturden con drogas y alcohol, otros buscan la belleza física con cirugías, injertos silicónicos o precipitándose en la anorexia, mientras que otros llevan su vacío existencial y su temor a fracasar al altar del ojo minucioso, donde sacrifican intimidad y dignidad.


Pero lo más degradante de este neo-totalitarismo mediático está en la masiva indignificación que implica asomarse a espiar por la mirilla que ofrece la televisión. Convertirse en el ojo minucioso es indigno, porque implica ejercitar una curiosidad vacía y obscena. La curiosidad voyeurista y obtusa del ser que renuncia a protagonizar la sociedad en la que vive. De esa capitulación imperceptible surge el no-ciudadano, esa sub-persona que sólo se excita espiando a otros seres claudicantes y patéticos.


Actuar para vivir. No es casual que un actor, Miguel Ángel Solá, haya denunciado el "experimento nazi". Los que actúan personajes de ficción hoy compiten con los que actúan una naturalidad ficcional. Por eso otro granactor de cine y teatro, el español, Fernando Fernán Gómez, arribó a la profundidad de algo obvio al decir que "antes había famosos artistas o famosos deportistas o famosos científicos, etcétera, mientras que ahora hay quienes son, simplemente, famosos".


Esta nueva especie posee la fama que la escritora Rosa Montero describe como "la versión más barata, inestable y artificial del triunfo". Ese es, precisamente, el "éxito" vacío que buscan los jóvenes que huyen del "fracaso", sacrificando su intimidad y su naturalidad en el altar de la curiosidad, también vacía y gris, de la masa que se asoma por el ojo minucioso.


La misma obscena curiosidad que espió la alcoba de una casa en Río Cuarto para violar la intimidad de un cadáver. Porque tras haber sido víctima de quien la mató, la mujer asesinada fue víctima del Gran Hermano que se asomó a su vida privada para acusarla de infiel y libertina. He aquí el absurdo totalitario: la víctima se convierte en culpable por tener una intimidad que despierta el hambre de morbo, mientras que el culpable, por no tener intimidad al alcance de los medios, logra escabullirse por detrás de las cámaras. Y Nora Dalmasso se convierte en Josef K, el personaje de Kafka que en la novela El proceso es sometido a un juicio injusto y ridículo sin poder enterarse jamás de qué se lo acusaba.


Como todo poder totalitario, el totalitarismo mediático es cruel además de absurdo. Y lo demostró en el crimen de Río Cuarto, al castigar ferozmente y sin razón a dos chicos que sumaron al dolor por la muerte de la madre, la humillación por la intimidad violada y expuesta.


Este fenómeno que degrada al hombre contemporáneo en gran parte del planeta es, a la vez, causa y consecuencia de un proceso implacable de mediocrización. Como si se estuviese implementando un plan para aniquilar la soberanía intelectual de los individuos, muchos factores convergen para fomentar la mediocridad en gran escala. El oscuro complot que denuncia Saramago en su libro Ensayo sobre la ceguera, al presentar la ausencia de visión como metáfora de una ignorancia impuesta por el poder.


En definitiva, el totalitarismo a cuyo advenimiento se adelanta Ray Bradbury, del mismo modo que tiempo atrás lo habían hecho Kafka y Orwell, al describir en su novela Fahrenheit 451 el mundo oscuro y absurdo en el que los libros están prohibidos y los bomberos incendian bibliotecas.



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