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Monday, September 08, 2008

La PAZ en el Antiguo Testamento


LA PAZ EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.


No extrañéis, dulces amigos,
que esté mi frente arrugada;
yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas.
A. Machado.

"En Yahvé me cobijo, ya los impíos comban su arco,
aprestan en la cuerda su saeta,
para clavar en la sombra a los de recto corazón"
(Sal 11,2).

La paz es el gran don de Dios: "Yahvé bendice a su pueblo con la paz (Sal 29,11). La bendición de Dios, gracia gratuita y cobijo amoroso, sobreviene a su pueblo, que son los mansos, los pacíficos, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que tienen hambre y sed de justicia porque "Yahvé escruta al justo y al impío;/su alma odia a quien hace el mal" (Sal 11, 6). Así Jesús, un día, les enseñó: cuando oréis decid: "Padre Nuestro,... líbranos del mal". Y pidiéndolo con fe profunda, Nuestro Señor "liberará al pobre que le llama,/ de la opresión y la violencia los rescatará,/ su sangre será preciosa ante sus ojos"/ (Sal 72, 12).
El término bíblico de la paz es muy rico y complejo. El nombre hebreo salôm trasciende en varios aspectos al correspondiente en las literaturas clásicas: eiréne, pax. Los tres nombres, en su sentido etimológico original, iluminan, desde tres puntos de vista, la densidad de la realidad a la que se refieren: la totalidad íntegra del bienestar objetivo y subjetivo (salôm), la condición propia del estado y del tiempo en que no hay guerra (eiréne) y la certeza basada en los acuerdos estipulados y aceptados (pax).
La noción bíblica de paz abarca la totalidad de la persona y del grupo en sí a nivel humano y en relación con Dios, en el tiempo y más allá del tiempo; y se asienta en el alma como don esencial de Dios, exactamente como la vida, con la que está indisolublemente vinculada.

1. La paz en el fuero individual.

La paz comprende el doble bien de la salud física y del bienestar familiar: "Josué les concedió la paz e hizo alianza con ellos de dejar a salvo su vida" (Jos 9,15); que es fruto de la bendición divina es doctrina clásica del A.T.: "David dijo: no obréis así, después de lo que Yahvé nos ha concedido, nos ha protegido..." (1Sam 30, 23), que, en la paz individual y doméstica, ve el reflejo de la "paz sobre Israel, bendígate Yahvé desde Sión". De estas resonancias está cargada, sin duda, la fórmula usual y familiar de saludo: ¡salôm! que no se halla muy distante de la otra fórmula: "El Señor esté contigo, con vosotros" (Jue 6,12; Rut 2,4; Sal 129,7). El morir y el ser sepultado "en paz" (Gén 15,15; 2Re 22,20) tiene un matiz religioso totalmente análogo: se trata de vivir con la bendición y protección divina, hasta el último momento de la existencia terrena.
Y así es, mientras que "no hay paz para los impíos" (Is 48,22), el justo tiene "paz en abundancia", para sí mismo y para su descendencia (Sal 37,11). Bajo la protección de Dios, el justo se verá libre de todos los males. Job podrá disfrutar de una paz total en su tienda; en el futuro, Dios lo librará de la adversidad, si pone en Él su causa, pues "Él que hace cosas tan grandes e insondables, ensalza a los humildes, hace prosperar a los afligidos" (Job 5,8-11), de modo que, según la sabiduría tradicional de Oriente: "el sufrimiento físico tiene siempre una causa moral". Job debe reconocer su situación, hacer examen de conciencia, implorar perdón y emprender una vida de conformidad con la confianza y la fe. Con ello, se atraerá la bendición del Omnipotente y la prosperidad como consecuencia, ¡Dichoso el hombre a quien corrige Dios! (Job 5,17).

2. La paz política y social.

La paz con el mundo exterior implica la ausencia y el peligro inminente de guerra. Esta es la condición que alcanzó Israel con David y característica del reinado de Salomón: "Te nacerá un hijo que será hombre de paz, yo concederé paz y tranquilidad a Israel durante los días de su vida" (1Crón 22,9), paz de dentro y de fuera "Salomón señoreaba sobre todos los reinos, desde el río hasta Egipto. Israel y Judá habitaban tranquilos" (1Re 5,1-8).
La paz, en su más auténtico valor, se coloca en el orden interno del pueblo, como práctica de la justicia, porque "mejor es un pedazo de pan seco en paz, que la casa llena de carne de víctimas y de contiendas; el que insulta al pobre, insulta a su Hacedor y el que goza del mal ajeno, no quedará impune" (Prov 17,1-5). Aduce dos de las actitudes más detestables del malvado: insultar, equivale a injuriar a Dios mismo y alegrarse del mal ajeno, provoca la indignación de Dios. Es preferible la paz con pobreza, que la discordia con abundancia; la paz es el mayor bien, mientras que la disensión, la desavenencia y la enemistad son los mayores males.

3. La paz y los profetas.

Los profetas no separan nunca, lo político y social, de lo religioso. Denuncian las alianzas internacionales, con las que querían apuntalar unas situaciones inciertas (1Re 22) y la falta de justicia en las relaciones internas; a este tenor, exclama Amós: "No saben obrar con rectitud, oráculo de Yahvé; ellos acumulan la violencia y la opresión" (3,10); y añade: "...habéis convertido el derecho en veneno y el fruto de la justicia en ajenjo" (Am 6,12). El derecho y la justicia son columnas fundamentales de la convivencia comunitaria, la solidaridad con la comunidad, río de agua viva que parte de Dios y es capaz de sanear a la sociedad, como sueña Amós: Quiero que el derecho fluya como el agua y la justicia como torrente perenne" (5,24). Isaías grita contra la corrupción de Jerusalén, en otros tiempos, ciudad fiel: "¡Cómo se ha prostituido la ciudad fiel, Sión, tan llena de justicia!" (Is 121). Jeremías se lamenta de la desaparición de la fidelidad comunitaria: ..."quien quiera presumir, que presuma de tener inteligencia y conocerme, porque yo soy el Señor, que hago misericordia, derecho y justicia. Y es que la justicia significa también paz, es decir, integridad y plenitud saludable de la existencia: "La justicia y la paz se abrazarán" (Sal 85,11). Son las dos dones que brotan de Dios para instituir una sociedad nueva. Sofonías proclama que Dios es sol de justicia: "El Señor es justo, no hace nada injusto" (Sof 3,5). El establecimiento de una sociedad próspera y armoniosa es esperado en el futuro mesiánico: "Suscitaré a David un vástago legítimo, que reinará con sabiduría y ejercerá el derecho en la tierra" (Jer 23,5). Así pues, se hizo clara en los profetas la convicción de que una sociedad nueva sería fruto de una intervención salvífica de Dios.

4. La paz y la escatología.

La historia religiosa de Israel se explicita en una dimensión de fe y esperanza que sólo "al Final" se expresará en hechos. El cuadro que de esta paz definitiva ofrecen los textos es alusivo y misterioso en su conjunto. Isaías y Miqueas tienen la esperanza del cese total de la guerra entre los pueblos: "Trocarán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. No alzará ya la espada pueblo contra pueblo" (Is 2,4); "ni se adiestrarán más en la guerra" (Miq 4,3).
Esta paz final se vincula con la persona y la obra del Mesías. Miqueas, en 5,4, pasaje que atestigua S. Pablo (Ef 2,14) lo identifica: "Él mismo será la paz". El Mesías es calificado con la más solemne titulación de "Príncipe de la paz" cuyo "gran dominio" está caracterizado por la "paz sin fin" (Is 9, 5-6).
La esperanza escatológica ofrece su reflexión sapiencial sobre la cuestión del sufrimiento del justo. La superación se logrará en la comunión del justo con el bien que es el mismo Dios: "Mas para mí mi bien es estar junto a Dios, poner mi cobijo en el Señor" (Sal 73, 28). Que nos transporta hasta S. Juan de la Cruz: "Sácame de aquesta muerte, / mi Dios, y dame la vida; no me tengas impedida / en este lazo tan fuerte;/ mira que muero por verte, / y de tal manera espero / que muero porque no muero".
La misma perspectiva señala el libro de la Sabiduría: "Las almas de los justos están en la mano de Dios, y ningún tormento podrá alcanzarlos" (Sap 3,1), desde una óptica optimista, en la que compara la suerte tan diferente que van a tener los justos y los impíos tras la circunstancia de la muerte. Los justos son presentados como las almas felices que se verán no ya libres de todo mal, como en Job (3, 17-18), sino que tendrán la expansión y el goce de todos los bienes en la intimidad de Dios, Nuestro Señor.

Camilo Valverde-Mudarra y Carrillo
Catedrático de Lengua y Literatura Españolas,
Diplomado en Ciencias Bíblicas y poeta.

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