Nervios de Acero
Nervios de Acero
- No! No!, Haceme caso! -.
Podía escuchar a través de la pared de mi departamento.
- No te entiendo! Qué hacés?, pedazo de porquería-
Esos gritos, provenientes del departamento de al lado, se oían con frecuencia en el edificio.
Parecía un padre enfurecido, dirigiéndose a su hijo.
Por lo menos así lo pensé yo, ya que nunca tuve la posibilidad de conocerlos.
Lo extraño es que solo podía escuchar su voz de desesperación, jamás una contestación de su posible hijo.
Se que un perro no podría haber sido, porque hubiese escuchado algún ladrido.
Pero no, nadie le respondía, sólo era él gritando como si le estuviese gritando a la pared.
(A medida que pasan los días uno se acostumbra).
Fue el día menos esperado cuando escuché esas amenazas.
Amenazas de muerte que habrían asustado hasta al mas fornidos de los hombres.
Cómo explicar lo que sentí en ese momento?
Eran gritos desesperados, que se detenían por algunos segundos pero luego le seguían fuertes insultos.
Comencé a asustarme, pero de repente, todo el griterío cesó.
Tal vez se había cansado y decidió que la reprimenda hacia su hijo había sido suficiente.
Pero me equivoqué. Poco después se escuchó un gran estruendo, como un disparo, y luego otro.
No lo dudé ni un instante.
Llamé a la Policía y a una ambulancia.
-Lo mató!-Pensé.
Salí inmediatamente y comencé a golpear a su puerta.
Al no recibir contestación alguna, me desesperé aún más.
A pesar de que sabía que el tipo estaba armado, la adrenalina que recorría mi cuerpo era más fuerte.
Comencé a golpear la puerta, intentando tirarla abajo.
Pero mi físico no era exactamente poderoso como para hacer tal proeza.
A los pocos segundos llegó la policía. Luego de inquirirme sobre la situación, los oficiales golpearon la consabida puerta.
Una vez más no hubo respuesta alguna.
Entonces decidieron derribarla. Luego de hacerlo, entramos todos y nos encontramos con una escena que tardamos un poco en entender.
En el suelo yacía el cuerpo del supuesto padre, que, según supe luego, no lo era.
Se había suicidado de un tiro en la sien.
A causa de esto, la muerte había sido instantánea.
Pero antes de matarse, fusiló de un tiro certero a su vieja computadora.
El disparo impactó justo en el medio del monitor, provocando un cortocircuito
Que terminó incendiando toda la máquina, transformándola en una sola bola de plástico quemado, vidrios y cables.
FERNANDO ERNESTO CASTELLANO
(1981, Argentina ) – Programador- Delegado Jóvenes y Webmaster de IFLAC rama argentina.
- No! No!, Haceme caso! -.
Podía escuchar a través de la pared de mi departamento.
- No te entiendo! Qué hacés?, pedazo de porquería-
Esos gritos, provenientes del departamento de al lado, se oían con frecuencia en el edificio.
Parecía un padre enfurecido, dirigiéndose a su hijo.
Por lo menos así lo pensé yo, ya que nunca tuve la posibilidad de conocerlos.
Lo extraño es que solo podía escuchar su voz de desesperación, jamás una contestación de su posible hijo.
Se que un perro no podría haber sido, porque hubiese escuchado algún ladrido.
Pero no, nadie le respondía, sólo era él gritando como si le estuviese gritando a la pared.
(A medida que pasan los días uno se acostumbra).
Fue el día menos esperado cuando escuché esas amenazas.
Amenazas de muerte que habrían asustado hasta al mas fornidos de los hombres.
Cómo explicar lo que sentí en ese momento?
Eran gritos desesperados, que se detenían por algunos segundos pero luego le seguían fuertes insultos.
Comencé a asustarme, pero de repente, todo el griterío cesó.
Tal vez se había cansado y decidió que la reprimenda hacia su hijo había sido suficiente.
Pero me equivoqué. Poco después se escuchó un gran estruendo, como un disparo, y luego otro.
No lo dudé ni un instante.
Llamé a la Policía y a una ambulancia.
-Lo mató!-Pensé.
Salí inmediatamente y comencé a golpear a su puerta.
Al no recibir contestación alguna, me desesperé aún más.
A pesar de que sabía que el tipo estaba armado, la adrenalina que recorría mi cuerpo era más fuerte.
Comencé a golpear la puerta, intentando tirarla abajo.
Pero mi físico no era exactamente poderoso como para hacer tal proeza.
A los pocos segundos llegó la policía. Luego de inquirirme sobre la situación, los oficiales golpearon la consabida puerta.
Una vez más no hubo respuesta alguna.
Entonces decidieron derribarla. Luego de hacerlo, entramos todos y nos encontramos con una escena que tardamos un poco en entender.
En el suelo yacía el cuerpo del supuesto padre, que, según supe luego, no lo era.
Se había suicidado de un tiro en la sien.
A causa de esto, la muerte había sido instantánea.
Pero antes de matarse, fusiló de un tiro certero a su vieja computadora.
El disparo impactó justo en el medio del monitor, provocando un cortocircuito
Que terminó incendiando toda la máquina, transformándola en una sola bola de plástico quemado, vidrios y cables.
FERNANDO ERNESTO CASTELLANO
(1981, Argentina ) – Programador- Delegado Jóvenes y Webmaster de IFLAC rama argentina.
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