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Wednesday, April 04, 2007

LA BUENA NOTICIA DE LA PASCUA


LA BUENA NOTICIA DE LA PASCUA

La Iglesia Primitiva se convenció de que la venida de Cristo daba cumplimiento a las fiestas de la Antigua Alianza, así el sábado pasó a ser domingo y la Pascua y Pentecostés Judíos se hicieron cristianos
La Pascua Antigua coincidía con la inmolación del cordero pascual; conmemoraba la liberación de la esclavitud de Egipto y evocaba la esperanza de una liberación futura superior. Pascua deriva de la palabra hebrea Phase o Phazahah, que se traduce por "paso" o "tránsito", o "salto". La Pascua Cristiana (1 cor 5,7) significa la inmolación de Cristo, auténtico Cordero Pascual, Agnus Dei, que quita los pecados del mundo y su éxodo de este mundo pecador al Reino del Padre (Jn 13,1); la liberación del pecado y de la muerte, representa la liberación por la Pasión y Resurrección de Jesucristo. En el concilio de Nicea, bajo
Constantino, los cristianos transformaron la celebración de la Pascua Judía en la fiesta de la Resurrección de Jesús de Nazaret.
En este tiempo de Pascua celebramos, pues, nuestra libertad recobrada y restablecida en la Cruz de Jesucristo. Ya liberados, hemos sido encumbrados a la categoría de hijos y herederos del Padre (Rm 8,15), por lo que, en correspondencia a tal condición, hemos de seguir el camino trazado por Jesús en el cumplimiento de la voluntad de Dios, el camino recto de la salud, el seguimiento fundamental del mensaje de Jesucristo: "Ni el más mínimo sacrificio o renuncia, hechos por Dios, quedará sin recompensa (Lc 18,18-30)
Jesucristo ha subido a Jerusalén, donde sabe que va ser condenado formalmente por las autoridades judías, los sumos sacerdotes y los escribas, y que debe morir. La luz de la Pascua desvela el plan de Dios. Estaba un ciego sentado junto al ca­mino pidiendo limosna. Se puso a gritar, diciendo: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”.“Ve, tu fe te ha salvado, y al instante recobró la vista”. El ciego de Jericó (Lc 18,35-43) es "el que mejor ve", ve mejor que los demás, confiesa a Jesús como el hijo de David, que puede tener compasión de él. Antes de su iluminación "estaba junto al camino'", después sigue a Jesús "en el camino". Apologéticamente, el milagro tiene gran valor. Cristo sube a Jerusalén para morir como Mesías. Y aquí se le aclama como a tal, ya que el título «Hijo de David» era el título mesiánico más usual. Y El lo rubrica con un milagro. “Tomando aparte a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jeru­salén y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas del Hijo del hombre, que será entregado a los gentiles, y escarne­cido, e insultado, y escupido, y después de haberlo azotado, le quitarán la vida y al tercer día resucitará. Pero ellos no en­tendían nada de esto; eran cosas ininteligibles para ellos, no en­tendían lo que les decía”. Lc es el único que cita que va a tener lugar, con su pasión, muerte y resurrección, el cumplimiento de las Escrituras. Y se resalta que los apóstoles no entendían. No es que no comprendiesen, sino que lo que no «comprendían» era que, siendo el Mesías, que, conforme a las ideas ambientales, sería un triunfa­dor político y glorioso, había de ser condenado y morir. Esta «incompresión» de los apóstoles so­bre la muerte del Mesías es una prueba de su mesianismo de pa­sión y muerte (cf. Mc 9,32). Quiere que tengan claro que la salud, la liberación pasa por la inmolación del Cordero Pascual; el Señor quiere que vean.
También en Jericó, se hallaba establecido un "aduanero", Zaqueo, que recibió, gozoso, a Jesús: era una distinción extraordinaria hospedar en casa a un rabino afamado (Lc 19,1-10). Aunque el puritanisrno fariseo "murmuraba" sobre esta visita, el Señor dice: “Hoy entró en esta casa, la salvación”; esta respuesta de Jesús a la reacción generosa de Zaqueo demuestra el universalismo de la salud y que lo primero de todo es siempre la gracia, la presencia de Jesús, como consecuencia de lo cual viene la conversión, el arrepentimiento.
La Pascua de Resurrección. Tiene hoy el objeto de celebrar el gran acontecimiento de la Resurrección de Jesucristo, el "tránsito" glorioso de la muerte a la vida, después de haber pasado por el mar Rojo de la Sangrienta Pasión. Para la tradición neotestamentaria y para los Apóstoles, Jesús y su obra no termina en la cruz; antes bien muestra que pueden iniciar un nuevo camino, la formación de la Iglesia Primitiva, con la predicación de que el Mesías, a quien vosotros crucificasteis (Act 2,23), ha resucitado como Redentor y Salvador del mundo. Todo esto se fundamenta directamente en el suceso inicial que se relaciona con el cúmulo de hechos que se designa como resurrección de Jesús. “La fe en la resurrección nunca puede ser una pura fe de autoridad; supone una experiencia creyente de total renovación de vida en la que se produce la afirmación personal de una realidad. El N.T. no describe en ningún texto el proceso de la resurrección; sólo se relatan los encuentros con el Resucitado” (J. Blank). El reencuentro con Jesús es lo que únicamente posibilita el fundamento de una experiencia de gracia; este reencuentro tuvo un carácter tan transcendente que los discípulos sólo pudieron comprenderlo y especificarlo como resurrección de Cristo por acción de Dios.
A la primera que se aparece, es María Magdalena. Los cuatro evangelistas indican la existencia y la asistencia de la Magdalena y ninguno dice que fuese una pecadora, sino que la ponen como mujer virtuosa, un modelo de perfección. El evangelista Juan (20,1-18) reelaboró la tradición de la Magdalena en el sentido de su “teología de la exaltación”. Al rayar el alba, María dirige sus pasos hacia la sepultura del Maestro.
María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?” Contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (Jn 20,11-13).

Estaba en total soledad al pie del sepulcro, no lograba marcharse, era atraída como por una fuerza ignota y misteriosa. El empleo del posesivo “mi”, en su expresión, indica que se considera propiedad y propietaria, sujeto y objeto de posesión. Mi amado es mío y yo soy suya (Cant. 2,16). Amado con amada, amada en el amado transformada, dice S. Juan de la Cruz. En esto que, volviéndose, allí de pie, muy cerca, tiene al mismo Jesús, que confunde con el hortelano, sin que Él portara tal apariencia y del modo más natural e ingenuo, llevada por su obsesión, le dice que, si él se lo ha llevado, le diga adónde lo ha puesto, para ella ir a recogerlo. Es entonces cuando oye pronunciar: ¡María! La emisión de su nombre evoca tono y timbre conocidos. Identifica recuerdos. Reconoce a su amigo. Hubo, en esas sílabas, resonancias dulces e íntimas, había sentimientos y añoranzas en aquella voz conocida y familiar. Ella, extasiada en la realidad triunfante, exhala su ¡Rabbuní! Es su expresión de emoción, de reconocimiento y de gozo. El Señor sólo pronuncia su nombre: ¡María! y ella, sólo, responde también con una palabra en arameo: ¡Rabbuní!, que significa ¡Mi maestro amado!, ¡Mi querido Rabí! Lo normal era usar rabbí, pero más respetuoso es rabbuní. Las dos palabras pronunciadas ¡María!, ¡Rabbuní! del encuentro, según J. Blank, sirven a San Juan para describir la voz del “amado que llama a la amada y ella le responde”.

La Resurrección de Cristo es el hecho más trascendente de nuestra fe. El mismo Maestro lo profetizó: “Sería crucificado y resucitado al tercer día” (Mc 10,34; Lc 24,7). “Vosotros lo crucificasteis, y Dios lo resucitó” (Act. 4,10). “El que resucitó a Jesús, os vivificará a vosotros” (Rm 8,11). Y San Pedro dice: “Jesús, resucitado, es el objeto de vuestra fe” (1Pe 1,21). El Cristo Resucitado fundamenta nuestra fe y le decimos, con el ciego: Señor, Hijo de David, ten compasión de mí, para que vea la verdad de tu doctrina y la siga sin titubeos, sepa apartarme de los caminos falsos de los falsos profetas que me invitan al mal, al egoísmo y a la violencia. Enséñanos a construir la paz y la justicia en este mundo aterido de injusticias y mentiras. Cristo resucitado entra en nuestra casa y, como a Zaqueo, hoy nos trae la salvación. La salud de su mensaje de bondad y perdón, de amor y misericordia.
Camilo Valverde Mudarra

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