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Sunday, December 21, 2008

FIESTA ECUMÉNICA: JANUCÁ Y NAVIDAD





En un acto tan sencillo
con amor, con humildad
el Señor ha puesto brillo
en la vida en Navidad.

Es un don inmerecido
de toda la humanidad
nuestro Dios ha esparcido
sobre el hombre su bondad.

Almismo tiempo ha querido
festejar el Janucá
porque losueblos ha unido
conla misma intensidad.

Es im signo rtequerido
de gran luminosidad
recuperar lo perdido
educar en libertad

GENTILEZA DE ELIAS GALATTI

LITERATURA Y NAVIDAD




Drama o comedia, la Navidad constituye una suerte de género, un alarde literario que, en sí mismo, contiene sus particularidades expresivas, desde la novela, la poesía, el teatro y, sobre manera, el cuento. Todos los grandes escritores le han dedicado al menos un relato.

Desde Fedor Dostoiesvki, autor de "Un árbol de Noel y una boda", una alegoría acerca de la esperanza y de la capacidad del ser humano de redimirse, a Gabriel García Márquez, que escribió un pequeño cuento de Navidad, apenas conocido y publicado en la Revista de Cubana de Aviación en 1993.

"Estas navidades siniestras" es un crudo retrato contemporáneo, casi un artículo de opinión que acaba proclamando: "954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran".
Pero, "¡volvámonos buenos todos, ahora que se acerca la Santa Noche y perdonemos!", escribió Luigi Pirandello en "Navidad en el Rhin", un relato temprano, de 1896, cuando no le merodeaban seis personajes en busca de autor.

La literatura ha sido la herramienta más utilizada desde la Edad Media para ensartar historias en las que el hombre se redescubre a sí mismo, más dadivoso y benevolente. El más famoso, el "Cuento de Navidad" de Charles Dickens, por ejemplo, que ha influido en toda la literatura navideña.

Escrita por en 1843, esta novela corta dividida en cinco capítulos que han sido definidos como estrofas por su autor, narra la historia de Ebenezer Scrooge, un avaro frío y calculador que, en Navidad, aprende a reír.
Son los fantasmas de la Navidad pasada, presente y futura los que le hacen ver que "me habría gustado, lo confieso, gozar de la ingenua libertad de un niño y, no obstante, ser lo bastante hombre como para apreciar su valor".

Es un patrón que se repite. La Navidad es tradición, memoria e infancia. Dylan Thomas escribió "La Navidad de un niño en Gales", una conversación entrañable entre un abuelo y su nieto, rememorando navidades en la orilla de un pueblo costero. Que también es referencia obligada en los países anglosajones.

Son obras que regresan a los buenos sentimientos y la generosidad, ambientadas necesariamente en Navidad, con personajes desgraciados o desvalidos, que encuentran consuelo o se transforman.

"El cascanueces" de E.T.A. Hoffman con los húsares haciendo frente al rey de los ratones o "La vendedora de fósforos", de Hans Christian Andersen, triste y doloroso como uno pies desnudos sobre la nieve, son dos de las más famosas.

La magia y la fantasía están presentes, con un punto de terror incluso. Citemos: el rigor narrativo de "Noche de navidad", de Guy de Maupassant, con su gordo y altivo Henry Templier. El precioso "Cuento de navidad" con el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas de Ray Bradbury. La ternura y desbordada imaginación de las "Cartas de Papa Noel" de J.R.R. Tolkien. Y esa bella parábola de Oscar Wilde que es "El gigante egoísta".

Hay Navidad sentimental, heredada por el misterio de la literatura. Un paisaje de luces, abetos, filantropía, renos, muérdago, regalos y Santa Claus, Hermanos Grimm, Hans Christian Handersen. "El deseo de Navidad de Pat Hobby", de Francis Scott Fitzgerald. Y hasta de "El suplicio de Año Nuevo", que Anton Chejov compuso retratando las visitas de cortesía que se hacían a familiares y conocidos para felicitar el año nuevo en la Rusia zarista.

De la esperanza y el fervor religioso de Nicolás Gogol en su "Nochebuena" al Truman Capote de "Una navidad", que recrea autobiográficamente ese instante tenebroso en que alguien nos dice que Santa Claus o los Reyes Magos no existen.

Hay también otro espíritu navideño también en la literatura española. El de "La adoración de los Reyes" de Valle-Inclán, "Lo que lleva el Rey Gaspar" de Azorín, "Nochebuena aristocrática" de Jacinto Benavente. Y de Bécquer, Clarín, Blasco Ibáñez, Francisco Ayala...

Misa del Gallo, Nochebuena, villancicos, portal de Belén, Nochevieja, Reyes, hasta el Gordo del sorteo de Navidad... "Todos estos acontecimientos encuentran su lugar en estas narraciones, y su lectura es, además de un gozoso entretenimiento, un medio singular de mantenerlos vivos, de reconocer nuestra identidad cultural en las fiestas más hermosas del año", afirma Rafael Alarcón Sierra, que ha recopilado relatos en dos volúmenes en "Cuentos españoles de navidad".

Van desde "La Nochebuena del poeta", de Pedro Antonio de Alarcón, a "La mula y el buey", de Benito Pérez Galdós. Y los numerosos que escribió Emilia Pardo Bazán con su naturalismo a lo Zola: "Cuentos de Navidad y de Reyes", "Nochebuena en el infierno", "Cena de Navidad", "Los santos Reyes"....

Y América lo suscribe relato a relato. "Las misas de Navidad" del mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, "Cuento de Nochebuena" del también modernista Rubén Darío y "La adoración de los Reyes Magos" del gran Manuel Mújica Lainez, inspirado en el cuadro de Pedro Pablo Rubens en el Museo del Prado. Hasta Horacio Quiroga, genio del cuento breve, que escribió "Noche de Reyes" o un "Cuento laico de Navidad "literatura y navidad

MENSAJE NAVIDEÑO 2008








En los orígenes cristianos, para introducir la presencia de Jesús en el mundo pagano se comenzó a celebrar su nacimiento, en Belén, el día de la gran fiesta pagana del Sol. Siglos después, cuando el afán de ganancias comerciales oscureció la vida servicial y de alegre austeridad de la comunidad cristiana, el inspirado trovador de Asís –San Francisco- populariza la narraciones evangélicas del nacimiento de Jesús, en atrayentes pesebres que cautivaron a chicos y grandes durante siglos…
Hoy –en tiempos de “un cristianismo sin Cristo”, nos toca recuperar la Navidad del infantilismo del pesebre, al reducir a Jesús a la imagen de un niño recién nacido; del consumismo, al reducirla a intercambios de tarjetas y regalos, viajes de turismo y mesas con exquisiteces y derroche de dinero .

Recuperemos la Navidad. Más allá del simpático Pesebre lleguemos, lo más posible, a la hondura de la misteriosa realidad que oculta el pesebre de Belén : Dios se hizo hombre…para entrar en nuestra historia…para hacer historia con nosotros
en este camino a la Navidad, quisiéramos juntos volver a descubrir nuestra responsabilidad frente a la paz y a la vida plena para todos, como frutos de ser amados por Él Hoy, hay vecinos y parientes que cierran puertas a la vida: son los ricos que no comparten generando hambre –exclusión y muerte prematuras,” (Obispos patagónicos)

Hoy, ante la locura de la búsqueda del placer en comilonas y bailes, borracheras y drogas, volvamos a la sensatez de la fiesta familiar que tras el pesebre hogareño descubre la realidad del Enmanuel, el Dios- con- nosotros.

Si no hacemos un rato de silencio y no nos ponemos las “pilas” de la Fe Cristiana, seguiremos muy lejos de lo que es la Navidad. “En esta Navidad al descubrir cuánto nos ama Dios, no podemos sino comprender que hemos sido llamados a ser signos y portadores de ese amor de Dios frente a cada vida humana. Será entonces verdaderamente una Navidad cristiana, si ese niño o niña que pasa hambre y que a veces es sometido a tantos atropellos encuentra una familia que se interesa y se preocupa por él. Será también Navidad, si ese o esa adolescente o joven heridos por la violencia, las adicciones, la explotación sexual o la marginación, encuentra una comunidad que le ofrece una alternativa de cambio. En fin será Navidad si todo hermano o hermana, cuya vida es amenazada, encuentra “un prójimo” que con signos concretos le hace descubrir el valor de su vida” (Mensaje de Obispos patagónicos)