ESPÍRITU EN LA RED

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Location: Pehuajó, Provincia Buenos Aires, Argentina

Wednesday, April 04, 2007

LOVING GOD


LOVING GOD

The wind, the pain, the fire.
I cannot run, my feet are quiet.
The sky burns in orange tongues.
My arms are stronger than the air ahead.
There is no revenge or hate to feel.
I simply love the men, the human wheel.
Leave me alone, I beg you.
Jesus Christ, I am the King.
The son of God.
Leave me go to my Reign.
Don’t cry or be sad.
Dry your tears,
Don’t you see I am
Your Unique King.

MARÍA CRISTINA AZCONA
Poema de su libro: WINDOW TO HEAVEN

Puede comprarlo dirigiendo un mail a : azconacristina@hotmail.com

CANTO A LA VIDA


CANTO A LA VIDA

Mujeres, a quién buscan? / A Jesús /
Vengan y miren
los olivos estrenan verdes brillantes
y nuevos brotes en las ramas /
Mujeres, a quién buscan / A Jesús el Crucificado /

La savia corre con fuerza sobe la tierra.
Vengan / Miren / No está /
El sepulcro vacío / la piedra movida/
los lienzos caídos /
huellas que encandilan /
Mujeres no busquen
su rostro surcado de dolor /
ahora es un lago de luz/
Mujeres no lloren /
sus manos traspasadas y sangrientas
son ramilletes licuados de Altura/
No sienten en el aire
perfume a vendimia y a cosecha?
Por qué buscan entre los muertos
al que está vivo /
Devolvió el Cielo a nuestra orilla /
El agua de la Vida otra vez en el mundo fluye /
Cristo resucitó/ Hosanna /Aleluya
MARITA RAGOZZA DE MANDRINI

LA BUENA NOTICIA DE LA PASCUA


LA BUENA NOTICIA DE LA PASCUA

La Iglesia Primitiva se convenció de que la venida de Cristo daba cumplimiento a las fiestas de la Antigua Alianza, así el sábado pasó a ser domingo y la Pascua y Pentecostés Judíos se hicieron cristianos
La Pascua Antigua coincidía con la inmolación del cordero pascual; conmemoraba la liberación de la esclavitud de Egipto y evocaba la esperanza de una liberación futura superior. Pascua deriva de la palabra hebrea Phase o Phazahah, que se traduce por "paso" o "tránsito", o "salto". La Pascua Cristiana (1 cor 5,7) significa la inmolación de Cristo, auténtico Cordero Pascual, Agnus Dei, que quita los pecados del mundo y su éxodo de este mundo pecador al Reino del Padre (Jn 13,1); la liberación del pecado y de la muerte, representa la liberación por la Pasión y Resurrección de Jesucristo. En el concilio de Nicea, bajo
Constantino, los cristianos transformaron la celebración de la Pascua Judía en la fiesta de la Resurrección de Jesús de Nazaret.
En este tiempo de Pascua celebramos, pues, nuestra libertad recobrada y restablecida en la Cruz de Jesucristo. Ya liberados, hemos sido encumbrados a la categoría de hijos y herederos del Padre (Rm 8,15), por lo que, en correspondencia a tal condición, hemos de seguir el camino trazado por Jesús en el cumplimiento de la voluntad de Dios, el camino recto de la salud, el seguimiento fundamental del mensaje de Jesucristo: "Ni el más mínimo sacrificio o renuncia, hechos por Dios, quedará sin recompensa (Lc 18,18-30)
Jesucristo ha subido a Jerusalén, donde sabe que va ser condenado formalmente por las autoridades judías, los sumos sacerdotes y los escribas, y que debe morir. La luz de la Pascua desvela el plan de Dios. Estaba un ciego sentado junto al ca­mino pidiendo limosna. Se puso a gritar, diciendo: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”.“Ve, tu fe te ha salvado, y al instante recobró la vista”. El ciego de Jericó (Lc 18,35-43) es "el que mejor ve", ve mejor que los demás, confiesa a Jesús como el hijo de David, que puede tener compasión de él. Antes de su iluminación "estaba junto al camino'", después sigue a Jesús "en el camino". Apologéticamente, el milagro tiene gran valor. Cristo sube a Jerusalén para morir como Mesías. Y aquí se le aclama como a tal, ya que el título «Hijo de David» era el título mesiánico más usual. Y El lo rubrica con un milagro. “Tomando aparte a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jeru­salén y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas del Hijo del hombre, que será entregado a los gentiles, y escarne­cido, e insultado, y escupido, y después de haberlo azotado, le quitarán la vida y al tercer día resucitará. Pero ellos no en­tendían nada de esto; eran cosas ininteligibles para ellos, no en­tendían lo que les decía”. Lc es el único que cita que va a tener lugar, con su pasión, muerte y resurrección, el cumplimiento de las Escrituras. Y se resalta que los apóstoles no entendían. No es que no comprendiesen, sino que lo que no «comprendían» era que, siendo el Mesías, que, conforme a las ideas ambientales, sería un triunfa­dor político y glorioso, había de ser condenado y morir. Esta «incompresión» de los apóstoles so­bre la muerte del Mesías es una prueba de su mesianismo de pa­sión y muerte (cf. Mc 9,32). Quiere que tengan claro que la salud, la liberación pasa por la inmolación del Cordero Pascual; el Señor quiere que vean.
También en Jericó, se hallaba establecido un "aduanero", Zaqueo, que recibió, gozoso, a Jesús: era una distinción extraordinaria hospedar en casa a un rabino afamado (Lc 19,1-10). Aunque el puritanisrno fariseo "murmuraba" sobre esta visita, el Señor dice: “Hoy entró en esta casa, la salvación”; esta respuesta de Jesús a la reacción generosa de Zaqueo demuestra el universalismo de la salud y que lo primero de todo es siempre la gracia, la presencia de Jesús, como consecuencia de lo cual viene la conversión, el arrepentimiento.
La Pascua de Resurrección. Tiene hoy el objeto de celebrar el gran acontecimiento de la Resurrección de Jesucristo, el "tránsito" glorioso de la muerte a la vida, después de haber pasado por el mar Rojo de la Sangrienta Pasión. Para la tradición neotestamentaria y para los Apóstoles, Jesús y su obra no termina en la cruz; antes bien muestra que pueden iniciar un nuevo camino, la formación de la Iglesia Primitiva, con la predicación de que el Mesías, a quien vosotros crucificasteis (Act 2,23), ha resucitado como Redentor y Salvador del mundo. Todo esto se fundamenta directamente en el suceso inicial que se relaciona con el cúmulo de hechos que se designa como resurrección de Jesús. “La fe en la resurrección nunca puede ser una pura fe de autoridad; supone una experiencia creyente de total renovación de vida en la que se produce la afirmación personal de una realidad. El N.T. no describe en ningún texto el proceso de la resurrección; sólo se relatan los encuentros con el Resucitado” (J. Blank). El reencuentro con Jesús es lo que únicamente posibilita el fundamento de una experiencia de gracia; este reencuentro tuvo un carácter tan transcendente que los discípulos sólo pudieron comprenderlo y especificarlo como resurrección de Cristo por acción de Dios.
A la primera que se aparece, es María Magdalena. Los cuatro evangelistas indican la existencia y la asistencia de la Magdalena y ninguno dice que fuese una pecadora, sino que la ponen como mujer virtuosa, un modelo de perfección. El evangelista Juan (20,1-18) reelaboró la tradición de la Magdalena en el sentido de su “teología de la exaltación”. Al rayar el alba, María dirige sus pasos hacia la sepultura del Maestro.
María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?” Contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (Jn 20,11-13).

Estaba en total soledad al pie del sepulcro, no lograba marcharse, era atraída como por una fuerza ignota y misteriosa. El empleo del posesivo “mi”, en su expresión, indica que se considera propiedad y propietaria, sujeto y objeto de posesión. Mi amado es mío y yo soy suya (Cant. 2,16). Amado con amada, amada en el amado transformada, dice S. Juan de la Cruz. En esto que, volviéndose, allí de pie, muy cerca, tiene al mismo Jesús, que confunde con el hortelano, sin que Él portara tal apariencia y del modo más natural e ingenuo, llevada por su obsesión, le dice que, si él se lo ha llevado, le diga adónde lo ha puesto, para ella ir a recogerlo. Es entonces cuando oye pronunciar: ¡María! La emisión de su nombre evoca tono y timbre conocidos. Identifica recuerdos. Reconoce a su amigo. Hubo, en esas sílabas, resonancias dulces e íntimas, había sentimientos y añoranzas en aquella voz conocida y familiar. Ella, extasiada en la realidad triunfante, exhala su ¡Rabbuní! Es su expresión de emoción, de reconocimiento y de gozo. El Señor sólo pronuncia su nombre: ¡María! y ella, sólo, responde también con una palabra en arameo: ¡Rabbuní!, que significa ¡Mi maestro amado!, ¡Mi querido Rabí! Lo normal era usar rabbí, pero más respetuoso es rabbuní. Las dos palabras pronunciadas ¡María!, ¡Rabbuní! del encuentro, según J. Blank, sirven a San Juan para describir la voz del “amado que llama a la amada y ella le responde”.

La Resurrección de Cristo es el hecho más trascendente de nuestra fe. El mismo Maestro lo profetizó: “Sería crucificado y resucitado al tercer día” (Mc 10,34; Lc 24,7). “Vosotros lo crucificasteis, y Dios lo resucitó” (Act. 4,10). “El que resucitó a Jesús, os vivificará a vosotros” (Rm 8,11). Y San Pedro dice: “Jesús, resucitado, es el objeto de vuestra fe” (1Pe 1,21). El Cristo Resucitado fundamenta nuestra fe y le decimos, con el ciego: Señor, Hijo de David, ten compasión de mí, para que vea la verdad de tu doctrina y la siga sin titubeos, sepa apartarme de los caminos falsos de los falsos profetas que me invitan al mal, al egoísmo y a la violencia. Enséñanos a construir la paz y la justicia en este mundo aterido de injusticias y mentiras. Cristo resucitado entra en nuestra casa y, como a Zaqueo, hoy nos trae la salvación. La salud de su mensaje de bondad y perdón, de amor y misericordia.
Camilo Valverde Mudarra

NO TE VAS


NO TE VAS


'María se quedó fuera llorando' (Jn 20,11).


¿Que te vas? No.Te tengo en mi momento.
Estás en mi tristeza desgarrada,
en tu abrazo de inmensa madrugada,
en el son de tu voz viva en el viento.

Hiciste, con cumplido lucimiento,
del bien, templo y del mérito, morada;
del trabajo, salud y honra probada
y del verbo, bondad y crecimiento.

No te vas. No te has ido. Vivirás,
vives impreso a fuego con el sello
de tu afecto en que siempre existirás.

El amor te hace vivo en el resuello
del alma que brindaste y brindarás
con tu verbo de sólido destello.


CAMILO VALVERDE MUDARRA

EL BUEN LADRÓN


EL BUEN LADRÓN

En la Historia
el Buen Ladrón está en el Calvario
al lado de Jesucristo,
Obrero de la Última Hora,
en el tiempo y en el espacio.

Es el vecino de Jesús
en el momento justo en que la Redención
era un hecho
más oscuro que luminoso.

Mientras los discípulos lo abandonaban
o se desilusionaban.
Dimas culpable / cree
y le reconoce como Juez de vivos y muertos.
No se calla. Le habla. No se desespera.
Y la gracia es mayor que la súplica.
El Crucificado
desde el dulce y fiel leño
le promete las praderas del Reino.

MARITA RAGOZZA DE MANDRINI

LOS AZOTES A JESÚS


LOS AZOTES A JESÚS


La hermosura recibe azotes
de la injusticia,
del odio
y de la malicia.
Al látigo sacrílego
Jesús responde con su oblación.
Pilato insiste en no ver la verdad
y el pueblo lo humilla más
cuando prefiere libre a Barrabás.

La “ cultura “ nos refinado
pero no nos hace más buenos
y hoy restallan en el aire
otra vez los azotes de Jesús,
en cada chico de la calle,
en las víctimas de la violencia,
en cada anciano postergado,
en el trabajador sin justo salario,
en cada enfermo sin remedios,
en el indígena humillado,
en cada embarazada abandonada,
en el hombre estafado,
en cada amor no correspondido,
en el hambriento sin pan,
en cada pueblo sin paz . . .
¡sólo se han cambiado las formas de la maldad!

CORONACIÓN DE ESPINAS

Se burlan / lo visten de rojo /
escupen Su rostro/
circundan su noble Cabeza
con agudas espinas.
Jesús resiste al desamor.
¡Esta sinrazón del hombre!
¡Creer que una corona de espinas
puede hacer caer el Reino del Amor!

CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DE JESÚS
Madero bendito de la Cruz
incombustible al desprecio y al dolor,
en donde se inmola
la Humanidad y la Deidad más profunda.
Se erige como Templo
y se asoma al acantilado
de la incomprensión más honda.
No lloremos sólo por Jesús de Nazareth,
sino también por Jesús de Irak
Jesús de Argentina , Jesús de Israel
Jesús del Líbano, Jesús de Kenia . . .

Quiero mirar al Crucificado,
grabar a fuego y no olvidar
Su Cuerpo estragado.
Su Sangre baña al mundo y a la Creación
como un río de camelias,
génesis de una nueva floración.


MARITA RAGOZZA DE MANDRINI

Cuarto cántico


Cuarto cántico: 52,13-53,12. Pasión y gloria del Siervo.

CAMILO VALVERDE MUDARRA

Entre los cánticos de alegría que celebran la restauración de Jerusalén, capítulos 51, 52 y 54 del Segundo Isaías, se sitúa este sombrío texto teológico, como para indicar que la rehabilitación de Israel y de sus habitantes presupone el sufrimiento compartido.
Ofrece la forma literaria de una liturgia profética. Es el más famoso e impresionante de los cuatro poemas. Presenta, igual que los anteriores, problemas de identificación. A diferencia de ellos, se limita a narrar los sufrimientos del siervo, su muerte ignominiosa y su último sentido. El cuerpo del himno se desarrolla sobre la trama de los sucesos trágicos vividos por el siervo, alcanza su cima en el contraste "humillación-glorificación", y ve una rehabilitación gloriosa.
Presenta una triple disposición:

a) Oráculo de Yahvé: Presentación del siervo: 52, 13-15.
b) Profecía de la pasión del siervo: 53, 1-10. Lamentación colectiva
c) Oráculo de Yahvé: Glorificación, su destino: 53, 11-12. noción de la obra salvadora

a) Oráculo divino: 52, 13-15. Habla Yahvé, dirige la mirada al futuro del Siervo, al momento de su exaltación. Resalta el contraste entre su momento de dolor y abatimiento y su momento de triunfo y exaltación. También describe la impresión de las muchedumbres en relación a esos dos tiempos de su misión. Horror al principio y asombro después. Ello quiere decir que el acontecimiento salvador de la misión del Siervo solamente puede ser reconocido luego de su cumplimiento.
b) Profecía de la pasión: 53, 1-10. El profeta empieza describiendo el estado del Siervo en el momento de su pasión. Acumula en su descripción toda clase de sufrimientos: desprecio, enfermedad, castigos corporales. Es presentado como desfigurado, traspasado, aplastado.
En la larga sección central, Is 52,14-53,10) un grupo, "nosotros", como si fuera un coro, habla meditativamente del Siervo. Esta sección recuerda la relación del servidor con el coro, con otros "muchos" (Is 53,11) y con el Señor. Todos nosotros nos acusamos de ceguera e incapacidad para reconocer lo que estaba sucediendo: el Siervo, un ser despreciado y humillado por Dios y por los hombres.
En un tercer tiempo, se reconoce el valor y el significado del dolor y del sufrimiento del Siervo. El profeta ve en este dolor una misión confiada por Yahvé y que el Siervo ha aceptado con toda generosidad y entrega, con pleno conocimiento de causa. Esta función era la de redimir al mundo cargando sobre sí los pecados de los hombres, sus dolores y enfermedades, como víctima de expiación vicaria para cumplir el plan de Dios sobre la humanidad. Por este sufrimiento total, en el que se cumplen los planes de Dios, el Siervo recibe la vida y, como herencia, una posteridad innumerable que se prolonga más allá de la muerte. La exaltación final del Siervo (Is 53,12: Le daré un puesto de honor, un lugar entre los poderosos) menciona a muchos. El tema central del texto es la relación entre el Siervo y el grupo. Esta relación está sugerida por numerosas expresiones que hablan de una presencia, actividad y sufrimiento del siervo junto a los demás (Is 53,4.5.12) y en su lugar.
Es un hombre desfigurado y despreciado, ya que su tormento es considerado como signo de un juicio por parte de Dios. Pero, en realidad, son los espectadores los que tienen que confesar su propio pecado, que ha caído sobre él sin culpa alguna. El castigo es nuestro, pero el dolor es suyo. Su entrega es total, con la docilidad de un cordero conducido al sacrificio. Lo que le aguarda es la muerte y la sepultura. Sin embargo, "Él jamás cometió injusticia ni hubo engaño en su boca". Pero la muerte no es el desenlace definitivo. Más aún, la muerte hace brotar el misterio de fecundidad que aquel retoño contenía; y el justo contempla ahora la luz y se sacia en Dios, que declara inocente a su Siervo. Su sufrimiento expiatorio ha liberado a los hombres, que ahora serán el botín de su triunfo y de su victoria sobre el mal.
c) Oráculo de Yahvé: 53,11-12. Yahvé, en este oráculo, que cierra los cánticos, introduce solemnemente una idea muy importante en la descripción de la obra salvadora del siervo. Justifica a los hombres, restableciendo la relación inicial entre ellos y Dios, después de haber destruido el pecado y sus consecuencias.
El vocabulario que describe la misión salvadora del Siervo está especialmente elegido para expresar la función semántica de la pasión y el dolor. El Siervo carga sobre sí las enfermedades y los dolores. Nuestro castigo pesa sobre él. Ofrece su vida en expiación. Se entrega de modo voluntario a la muerte. Intercede por todos nosotros. Justifica y es justificado. Y como recompensa tendrá una gran posteridad.
Sobrepasa con valentía, con sus llagas nos curó (Is 53,5), conceptos profundamente afincados en la cultura religiosa antigua y en la del Antiguo Testamento. El Siervo no responde herida por herida como permitía e incluso ordenaba la ley del talión (Ex 21,25); mucho menos trata de vengarse de ningún modo de la ofensa recibida (Gn 4,23-24). Por el contrario, sorprendentemente sus propias heridas llevan la curación a un cuerpo cubierto de ellas, el cuerpo de Israel y de cada uno de sus miembros. El Sal 38 incluye las heridas del cuerpo como parte de la descripción de la figura repugnante de uno que implora la misericordia del Señor.
Así mismo, Is 53,6, el Señor cargó sobre él todas nuestras culpas, se refiere probablemente al castigo infligido por las culpas. La lengua hebrea puede utilizar el mismo término para varios conceptos relacionados entre sí en el orden jurídico y religioso, como transgresión, culpa y castigo. "Cargar", castigar, es el velo que utiliza Is 59,16 para indicar una intervención salvífica del Señor que pone remedio a una situación extrema, aunque para ello sea necesario recurrir al dolor. Is 53,6b significa que el Señor ha "tocado" con una intervención salvífica la transgresión de todos por medio del Siervo.
En el Cántico, la tercera fundamentación teológica es la presencia del Siervo en la expiación de la culpa y en la reconciliación entre el señor y su pueblo ("nosotros"). Por haberse entregado en lugar de los pecadores Is 53,10 traduce la expresión hebrea "entregarse como expiación". El término hebreo jurídico religioso que traducimos como "expiación" tiene múltiples significados: la transgresión, la obligación y responsabilidad que surgen de la culpa, la culpa misma, el reato, y por extensión la expiación de la culpa, y hasta la compensación (véase Lv 5, y en particular Is 53,15-16.18-19, donde aparecen los diferentes sentidos del mismo término).
En el versículo, Is 53,11 trata de la expiación: Mi siervo traerá a muchos la salvación. La expresión traduce la expresión hebrea "declarar justo" o "justificar" (Ex 23,7; Dt 25,1). El Siervo no convierte en justo al injusto, un pensamiento completamente ausente del A Testamento. Para ser "justificado" es necesario tener en sí un elemento de justicia, es decir, participar en la justicia del Señor, que es el único Justo (Is 45,24-25). El Señor puede borrar la rebelión y olvidar el pecado (Is 43,25; 44,22), de manera que permita al hombre presentarse a juicio con él, "justificarse", y así "ser justificado" en su presencia (Is 43,26).
Estas expresiones, cargando con sus culpas (Is 53,11), o cargó con sus pecados (de ellos) (Is 53,12), manifiestan que el Siervo asume la culpa en que otros habían incurrido. Como en Ez 23,49, estas palabras expresan una verdadera responsabilidad moral sobre las acciones que cada uno, individuo o grupo, debe reconocer. De un modo semejante, el sumo sacerdote Aarón, lleva ante el Señor los símbolos que representan los nombres de las tribus de Israel y, como representante del pueblo, porta también la "flor de oro", signo de las culpas cultuales que el sumo sacerdote expía (véase Ex 28,36-39 y en particular Is 53,38). Es el papel parecido al que tiene el macho cabrío expiatorio (Lv 16,22), sobre el cual el Sumo Sacerdote descarga de modo simbólico todas las culpas del pueblo, para que sean llevadas al desierto. El pensamiento de la asunción de la culpa que se anuncia en esos textos adquiere toda su fuerza en este cántico de Isaías.
Al poder aceptar la asunción de la culpa de otros, el pensamiento de la substitución de los culpables en el castigo se hace también posible y aceptable en toda su circunstancia. La misión del Siervo en este contexto no es declarar justo a alguien que no lo es, ni es olvidar o borrar el pecado. Pero él puede asumir la culpa de los demás como argumento para que el Señor pueda olvidar y borrar el pasado aceptando como justo lo que ante él no podría serlo, porque la mancha exigía una reparación muy especial.
Más que un profeta parece un evangelista el que habla. El Nuevo Testamento ve aquí designado literalmente a Jesucristo: Mt. 3,17; 12,15-21; 26, 67-68; 27,26; Mc. 15,19. 27-28; Lc.4, 17-21; 2 Cor 6,2.
En señal de premio y de pago, por haberse ofrecido para tomar y expiar la culpa, el Siervo tendrá descendencia, prolongará sus días (Is 53,10). El Siervo ha muerto verdaderamente, ha abandonado la tierra de los vivos (Is 53,8; véase el contraste del reino de los vivientes con el Sheol, reino de las tinieblas, en Ez 32,23-27). Su supervivencia no significa, sin embargo, que el concepto de resurrección en sentido cristiano esté ya presente, pero, sí, implica que quien se pone al lado de los pecadores para asumir su culpa y buscar la expiación de la misma, participa de un modo especial de la bendición del Señor. Precisamente, porque el Siervo ha cumplido esa condición, el Señor permite que continúe presente de algún modo en aquellos con quienes se ha identificado y extraído del abismo.
Precisamente, a causa de su profundidad teológica, este texto ha sido utilizado frecuentemente por el Nuevo Testamento para procurar comprender la figura de Jesús, que ha muerto "por la salvación del pueblo". A pesar de algunas vacilaciones se puede considerar la pasión del siervo como un sacrificio expiatorio, su dolor como una justificación y una reconciliación del pueblo con Dios. Este entramado de humillación y de exaltación para los cristianos ha tenido un nombre concreto: Cristo y su pasión, muerte y glorificación. Hay que señalar la imprecisión de los límites atribuidos a los poemas; los cantos se presentan distintos de su contexto y, al mismo tiempo, profundamente insertos en su trama. Duhm, en 1892, fue el primero en considerarlos como formando un todo coherente y distinto del conjunto del libro y los atribuyó a un autor de la primera mitad del s. V.

Segundo cántico de Isaías


Segundo cántico de Isaías :49,1-7 Vocación y misión del Siervo del Señor.

CAMILO VALVERDE MUDARRA

El que habla no es Yahvé, sino el mismo Siervo. El Siervo habla en primera persona, hace su autopresentación, se dirige a todos los pueblos y les informa de la vocación a que ha sido llamado por Yahvé. El Siervo se presenta en declaración solemne a los ojos de las "islas" y de las "naciones lejanas" (Is 49,1, véase antes (Is 43,9). Tiene, además, conciencia de ser un elegido del Señor desde el primer momento: Desde el seno materno: “Tú fuiste quien del seno me sacaste, me pusiste a los pechos de mi madre Sal 22,l0. “Tú eres mi protector desde las entrañas de mi madre Sal 71,6). Es una expresión apta para referirse a los orígenes de Israel: escucha, siervo mío, Israel a quien yo elegí (Is 44,1.2.24).
El Siervo puede anunciar la salvación hasta los últimos confines de la tierra. La suya es una llamada mediante la palabra, que es espada y flecha, es decir, una realidad que toma la iniciativa. En vano me he afanado, para nada he gastado mis fuerzas. Pero mi derecho estaba en Yahvé, mi recompensa en mi Dios (Is 49,4) No es propiamente una declaración del Siervo que, en un primer momento, se sentiría desanimado por lo que considera un fracaso de su misión y luego será confortado por el Señor, y termina con un éxito clamoroso tanto entre Israel, como entre las naciones. Esta misión tiene una doble proyección. Es a la vez nacional y universalista. En su aspecto nacional, el Siervo debe reconducir a Israel a la Tierra Prometida y ser el instrumento de la alianza definitiva (49, 5-6; 42, 6). En su proyección universalista, el Siervo ha sido puesto, como luz de las gentes y debe llevar la salvación hasta los extremos de la tierra.
El Señor no se cansa y los que se apoyan en Él participan de su fuerza (Is 40,28.30.31). Se cansan quienes no siguen al Señor, sino a magos y encantadores (Is 47,12.15). El Señor acusa a Israel de haberse "cansado" de Él, mientras que él no lo ha agobiado (cansado) con sus exigencias (véase Is 43,22.23.24). Is 49,4 no es una declaración de desánimo del Servidor, que no ha tenido éxito en sus proyectos y comprueba que los resultados no corresponden a las expectativas y esfuerzos; es más bien una confesión de culpa. El Siervo-Israel ha gastado sus fuerzas (véase Sal 71,9) siguiendo algo que no era sino vacío, caos, vanidad: los ídolos, las naciones, los gobernantes infieles. Habiéndose dado cuenta del sin sentido de sus esfuerzos y de su vida, el Siervo reconoce (ls 49,4b) que su causa, su destino (véase la explicación de (Is 42,1) y su actividad y recompensa no pueden encontrarse, sino en el Señor. En esta misma línea Is 41,4; 43,13, manifiestan que la actividad que tiene sentido es la obra de Dios. La recompensa del Señor es uno de sus atributos que lo acompañan en Is 40,10.
Como conjunto este texto se diferencia de aquellos en los que probablemente se habla de un Siervo individual, que tiene una especial relación con Dios, y que lleva a cabo su misión por medio del sufrimiento. Este segundo canto, en cambio, exalta a Israel que, después de haber reconocido sus errores, es antepuesto a reyes y príncipes a los ojos de todas las naciones.

Tercer cántico: 50,4-11. Sufrimiento y confianza del siervo.

Este, por su forma y fondo, es una confesión al estilo de las de Jeremías. En concreto, se trata de un salmo profético de confianza. La misión del Siervo es descrita como una tarea profética. Is 50,4-9 es una declaración en primera persona de un personaje anónimo, que habla él, de sí y de su misión; aunque no se le llama Siervo su situación y destino coinciden, sin embargo, en diferentes aspectos con los del misterioso personaje que se entreveía en Is 42,1-7; 42,18-23 y 43,8-13.
Este texto pone de relieve, más que los anteriores, que este personaje es plenamente consciente de su misión y de su destino. Por ello, la insistencia sobre el "aprender", y "abrir el oído". La suya es una lengua obediente, cuya actividad principal es animar a los desfallecidos. Su oído está en permanente actitud de escucha de la revelación, que recibe de modo continuo. Está en constante diálogo con Dios, lo que le distingue de las experiencias de los profetas anteriores. Este profeta es presentado como víctima de expiación, mártir voluntario con entera obediencia a la voluntad de Dios y plena confianza en Él. La predicación del Siervo de Yahvé lleva el sello de la persecución y el sufrimiento.
El Siervo sabe que debe enfrentarse, en un juicio, con sus enemigos. Así lo sugiere el vocabulario judicial de Is 50,8-9a: defensor, denunciar, comparecer, domar, condenar, sabe que dispone de los medios necesarios para hacer frente a la situación y salir victorioso. Pero sabe también, que no tendrá necesidad de utilizar esos medios (véase Is 54,17 y Mt 10,19-20). El señor mismo tomará a su cargo su defensa y él no se rebela a su destino.
La imagen de Is 50,4-9 sugiere la de un prisionero que después de haber sido maltratado (Is 50,6) espera el momento del juicio. Por la mañana muy temprano (Is 50,4) se ha despertado con la seguridad de que Dios le ayuda y de que, por ello, será capaz de derrotar a sus enemigos. Espera ese momento con alegría, como un momento de triunfo propio y de glorificación de Dios. Le falta, sin embargo, todavía la experiencia final de los tribunales corrompidos, del triunfo de la injusticia, del silencio de Dios.
El pueblo de Sión ha de confiar en el Señor, como el Siervo confiaba y no ha sido desfraudado. Is 50,10 puede tener el sentido de una exhortación: “temed, obedeced” y también de una proposición condicional normativa: “el que teme al Señor … aunque camine en tinieblas”… Es esta la actitud del Siervo. El versículo Is 50,11 se refiere a los enemigos de Sión o del Señor, que son víctimas de la violencia e injusticia que ellos han promovido.

CÁNTICOS DEL SIERVO DEL SEÑOR


CÁNTICOS DEL SIERVO DEL SEÑOR (Is 42,1-7; 53,12)

Camilo Valverde Mudarra

El “LIBRO DE LA CONSOLACIÓN” atribuido al Segundo Isaías, forma la segunda parte del libro de Isaías. Suele considerarse el primer capítulo, 40, como una recapitulación introductoria, porque contiene las principales ideas desarrolladas en los restantes capítulos. El profeta se dirige en segunda persona del plural sin determinar más, y el fin del destierro es considerado, como la reconciliación de Yahvé con su pueblo, al que castigó sumergiéndolo en la noche de la oscura cautividad. La liberación aparece como la manifestación de la luz plena y alegre. La vuelta de los exilados es idealizada y confundida en la perspectiva con los albores de la era mesiánica.
Las primeras palabras: Consolad, consolad a mi pueblo, han dado título a esta parte de Isaías: “Libro de la consolación”. La idea de consuelo domina y penetra estas profecías anuncio de restauración. La repetición enfática de consolad indica la certeza de la liberación en la mente del profeta, que intenta levantar los ánimos de los pusilánimes y apesadumbrados por tantas calamidades. Mensaje de perdón. La consolación del pueblo desterrado y la consolación de Jerusalén, cuya suerte debía cambiar con la caída de Babilonia, es el objetivo de la actividad profética y el tema de su libro. Consolad a mi pueblo 40,1 es la frase que se repetirá como orden o constatación, el Señor consuela Is 51,12; 52,9). La consolación no se agota en las palabras. Son las obras mismas del Señor las que consuelan: el retorno, la reconstrucción de Jerusalén, el crecimiento del pueblo, la integración de las naciones y, sobre todo, el abandono de todo pensamiento que desconfíe del Señor y de toda práctica idolátrica con la cual podían haberse contaminado en los años de destierro. La consolación es reconciliación y perdón.
El gran "tema" del Segundo Isaías es justamente el del Siervo del Señor. No faltan autores que consideran los cuatro "cantos del Servidor Sufriente" como obra de un autor diferente del 2º Isaías. El vocabulario y el conjunto del tema, es sin embargo, coherente con el conjunto del libro. Aunque ninguno de los cuatro cantos se inserta con naturalidad en el contexto inmediato, lo mismo se podría decir de otros textos de Is 40-55. Estos cuatro cantos presentan un personaje misterioso. Ciertos aspectos comunes a casi todos los "cantos del Siervo", como su sufrimiento actual y el valor representativo de ese sufrimiento, la importancia de su vida delante del Señor, y el lenguaje con alusiones litúrgicas, con el cual se habla del Siervo, establecen una clara diferencia con todos los otros grupos o personajes individuales con los cuales teóricamente se podría identificar e1 Ser Sufriente.
Lo importante es la perspectiva completamente nueva en el Antiguo Testamento y en el mundo religioso. El sufrimiento es un camino hacia Dios, no solamente una realidad de la cual hay que pedir la liberación (como en los salmos). Y ese sufrimiento puede tener valor no solamente para quien sufre, sino también para otros. El que la imagen del Siervo anónimo esté abierta a distintas posibilidades ha permitido a los autores del Nuevo Testamento identificarlo con Jesús, Siervo fiel del Señor, que ha muerto por los demás (véase Mt 12,18-21; 8,17; Lc 22,37; Hch 8,32ss). Lc 1,54 cita uno de los textos que también el Segundo Is aplica a Israel.
Los cuatro cánticos líricos se mueven en una línea teológica y doctrinal que superan la del resto del conjunto en profundidad y en horizontes. Introducen en una de las cimas culminantes de la revelación y de la teología del Antiguo Testamento. Su gran novedad estriba en la misión ignominiosa, expiatoria del misterioso personaje, el Siervo de Yahvé sin igual en todo el Antiguo Testamento, por la que alcanzará una recompensa gloriosa. El Siervo, es un personaje individual, que oye e ilumina, es justo y tiene una fe decidida y fuerte, su misión se extiende por igual a todas las naciones sin ningún matiz nacionalista. Es una salvación puramente espiritual y desprovista de todo matiz político. Viene a convertir al verdadero Dios las almas de buena voluntad, cualquiera que sea su nacionalidad.


PRIMER CÁNTICO DEL SIERVO DEL SEÑOR 42,1-7 YAHVÉE PRESENTA AL SIERVO

Is 42,1-7 es el primero de los así llamados "Siervo de Yahvé", = elegido. Es un breve poema estilizado en la forma de un discurso divino. Se trata de dos cánticos, aunque unidos temáticamente (Is 42,1-4,5-7). A este, como a los demás cantos del siervo, se le dio pronto un sentido mesiánico y de ellos se sirvieron los autores del N.T. para entender mejor la figura de Jesús. La liturgia cristiana, en seguimiento del N.T., lo ha asumido y aplicado a Jesús. Yahvé es el que habla y hace la presentación del Siervo en forma y figura tomadas de los usos y costumbres de la corte.
La discusión sobre la identidad del Siervo se hizo larga: Unos, hablan de un personaje individual; otros sugieren un personaje colectivo, el pueblo de Israel. Finalmente una figura simbólica, que representa un modo peculiar de actuar delante de Dios, que Jesús llevará a su plena expresión.
El texto, en cuestión, muestra un personaje ligado de un modo particularmente estrecho al Señor. El lo ha elegido, lo sostiene y lo considera una "víctima aceptable" (en quien me complazco) Mt 3,17; 17,5: en Bautismo y Transfiguración de Jesús. El Siervo va a traer la salvación a las naciones (Is 42,1). Yahvé ha derramado su espíritu sobre el Siervo, persona que progresivamente se manifiesta decisiva para la historia de su propio pueblo y de las demás naciones y le ha dado el carisma en orden al desempeño de su misión, la de anunciar la ley divina, la revelación de la voluntad del Señor. Esta misión es universal y consiste en "traer, proclamar, implantar la salvación", llevar la verdad salvadora a las naciones. El Siervo desarrolla esta función de una manera sencilla y humilde sin la menor apariencia o gesto de violencia.
Se encuentra en una situación de debilidad y sufrimiento, pero su "llama" no se extingue hasta haber llevado a término su labor. Así pues, es un anuncio de gracia y de esperanza. Las imágenes de Is 42,2-3 describen a alguien que no se lamenta, que no responde, no protesta exteriormente, que pasa casi inadvertido. El Señor ha elegido a su Siervo para constituirlo en alianza del pueblo y luz de las naciones: (6). Que el Servidor lleve la alianza del pueblo significa que ha sido entregado a Israel y a las naciones en don del Señor; sobre el sentido tanto de la expresión luz de las naciones como para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, del calabozo a los que habitan en tinieblas (Is 42,7): y guiaré a los ciegos por caminos que desconocen; cambiaré ante ellos las tinieblas en luz (16) ¡Sordos, oíd, ciegos, abrid vuestros ojos para ver (18). Este canto Is 42,l-7 es la descripción que el Segundo Isaías hace de un personaje, que asume la palabra de Dios y que se completará en los otros cánticos del Siervo.